Personería Jurídica - Resolución I. G. J. Nº 0001744 del 8 de noviembre de 2011

24 de noviembre de 2009

Patricios de Vuelta de Obligado en la Casa de Gobierno


A partir del día 20 de noviembre, los Patricios de Vuelta de Obligado acompañan la muestra dedicada al Día de la Soberanía Nacional que se expone en el Patio “Manuel Belgrano” de la Casa de Gobierno, juntamente con los efectivos del Regimiento de Infantería I ‘Patricios’.

La exposición incluye objetos recuperados en el sitio del combate, llevado a cabo el 20 de noviembre de 1845.

Entre los objetos en exhibición, figura la Bandera de nuestro 2do. Batallón de Patricios (Patricios de Vuelta de Obligado), botín de guerra de los ingleses, que en 1883 fuera devuelta por el Almirante J. Sullivan, comandante de la flota inglesa al momento de la batalla.


Es la primera vez que el glorioso uniforme del 2do. Batallón se exhibe en la Casa de Gobierno.


Los visitantes de la muestra manifestaban su interés por conocer el origen de nuestro uniforme y los pormenores del combate de Vuelta de Obligado.

Muchos expresaron su intención de incorporarse a la asociación, a fin de participar de nuestras actividades recreativas e histórico-culturales.


Directivos de Patricios de Vuelta de Obligado se hicieron presentes para dialogar con el público, y explicar los objetivos y actividades que desarrolla nuestra asociación.


La muestra concluirá el próximo domingo 29 de noviembre; la entrada es libre y gratuita. Es una linda oportunidad para conocer e interiorizarse acerca de un hecho de armas desconocido por gran parte de los argentinos.

23 de noviembre de 2009

Día de la Soberanía – Combate de la Vuelta de Obligado


Los Patricios de Vuelta de Obligado estuvieron presentes el viernes 20 de noviembre en Vuelta de Obligado, conmemorando el 164º aniversario del combate del mismo nombre. El acto comenzó a las 11hs cuando, como en aquella épica jornada de 1845, se entonaron las estrofas de nuestra Canción Patria. Con posterioridad uno de los integrantes del 2º Batallón de Patricios, Gabriel O. Turone, dio lectura al siguiente discurso:

Señoras, señores:

Nos encontramos hoy en el histórico lugar donde hace 164 años se libró uno de los hechos de armas más destacados de nuestra Historia --y más penosamente olvidados-- en defensa de la Soberanía Nacional. Hablamos del Combate de la Vuelta de Obligado, donde algo más de dos mil soldados y milicianos argentinos opusieron una conmovedora resistencia a las flotas combinadas de Francia e Inglaterra (las más poderosas del mundo en aquellos días), que pretendían navegar, sin más derecho que la fuerza, los ríos interiores de nuestro país, la Confederación Argentina, para vender sus productos, destruyendo a nuestras industrias locales tradicionales y, de paso, tratar de sublevar a las provincias de Entre Ríos y Corrientes, y al Paraguay, socavando los cimientos del gobierno nacional y provocando su virtual caída.

Como medida de defensa, y cerrando el río, se instalaron tres gruesas líneas de cadenas, sostenidas por 23 barcazas desmanteladas y un montón de barriles, y delante de las cadenas se colocaron cinco chalanas incendiarias, que apuntaban a dos propósitos: por un lado, que el humo dificultara el tiro certero de la artillería invasora y, por el otro, que en caso que el ataque se efectuara de noche, se pudiera iluminar el objetivo del fuego patriota. Para enfrentar al enemigo fueron convocados los soldados del 2o. Batallón del Regimiento de Patricios, algo menos de 500 efectivos, así como compañías del Grupo de Artillería 1 y milicianos y vecinos de San Pedro, San Antonio de Areco, San Nicolás y Baradero.

El fuego de aquella jornada gloriosa se inició al amanecer y terminó casi a las 8 de la noche. A esa hora las tropas nacionales habían ya disparado hasta su último cartucho, lo mismo que su artillería, razón por la cual la esforzada defensa terminó como se pudo, a bayonetazo limpio, tal como en dos oportunidades lo hizo el 2o. Batallón de Patricios, apoyado por los gauchos y milicianos, que recibieron el desembarco de los invasores tirándoles con todo lo que tenían a mano.

Luego de más de medio día de combate, Obligado había caído. La quietud de la noche ampara a la escuadra anglo-francesa, pero una vez más la valentía y el coraje, sólo comparable a los de los mejores ejércitos del mundo, se conjugan para socavar a la poderosa escuadra. Comienzan a llegar baterías y cañones de pequeño calibre que, tirados por sogas y remolcados a pulmón, se baten a duelo nuevamente. Forzosamente, la caravana de barcos de guerra y mercantes se retira aguas arriba.


Los heroicos cañonazos de Obligado retumbaron en toda América y Europa, y el general don José de San Martín vio así confirmada su confianza en la grandeza de miras de don Juan Manuel de Rosas, que al frente de la Confederación Argentina acababa de enfrentar a las dos naciones más poderosas del mundo, que se habían unido en su afán de sojuzgarnos bajo el imperio "civilizado" de sus cañones.

La épica jornada de la Vuelta de Obligado, así como las que la siguieron, fueron las propias de un pueblo que desde hacía años se batía por la gloria y la libertad de América, y es justo que su recuerdo se vea reflejado hasta el fin de los tiempos en el coraje sereno de sus descendientes. No en vano el general San Martín recuerda en su testamento el beneplácito que le produjo la actitud del preclaro defensor de la Soberanía Nacional, don Juan Manuel de Rosas, y le lega su sable corvo, el de sus campañas libertadoras, con estas palabras: "por la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla".

Y así el ilustre sableador de San Lorenzo, Chacabuco y Maipú le dio su sable, prolongación de acero de su brazo, a Rosas, para premiar su esfuerzo de cruzado, para reivindicarlo ante una posteridad que sigue ignorándolo. Y su objetivo era el de que su famoso corvo continuara "esparciendo los saludables espantos de la justicia" a los invasores extranjeros y a los hijos traidores de esta tierra que ataban su destino, y encadenaban el de la Patria, como en la Vuelta de Obligado, al de las pretensiones de los imperialismos "cultos" que, al decir del Libertador, "trataban de humillarla y reducirla a una condición peor que la que sufrimos en tiempos de la dominación española", y acompañaba San Martín a estas palabras con una sentencia terrible para esos traidores: "Una tal felonía, ni el sepulcro podrá hacerla desaparecer".

El Combate de la Vuelta de Obligado se constituye así en uno de esos acontecimientos sublimes en los que se dirime el bienestar y el futuro de la Patria atacada, traicionada y mancillada. Inserta en lo que luego se dio en llamar la Guerra del Paraná, la Vuelta de Obligado es un testimonio más de la salvaguarda de los intereses criollos, tal como se los defendió en tiempo de las Invasiones Inglesas y, ya en nuestros días, durante la Gesta de Malvinas en 1982.
Por todo eso, y al igual que en 1845, los soldados del 2o. Batallón de Patricios regresamos a este campo de honor para rendir un sincero homenaje a todos los compatriotas que entregaron su vida a orillas del Paraná, así como también a quienes sobrevivieron y dieron a las generaciones futuras el más digno ejemplo de cómo hay que defender a la Patria.

Que su ejemplo ilumine el presente y nos guíe en el futuro, y que su recuerdo se mantenga inextinguible, aún sujeto a las acechanzas de un mundo cada vez más impredecible.

¡Viva la Patria!


Acto seguido se recorrieron las instalaciones del Museo Histórico “Batalla de Obligado” y luego se efectuó un paseo por el predio en donde se llevó a cabo la gloriosa gesta del 20 de noviembre de 1845.


Asimismo se iniciaron las gestiones para la creación del “Fortín Vuelta de Obligado”, cuya comisión directiva estará integrada por pobladores de la zona. El mismo dispondrá de un local con información acerca de los Patricios de Vuelta de Obligado y sus programas de actividades.

16 de noviembre de 2009

Patricios de Vuelta de Obligado en la Noche de los Museos 2009


El sábado 14 de noviembre se llevó a cabo “La Noche de los Museos 2009”, evento organizado por el gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que es un encuentro entre la cultura y las calles de nuestra ciudad en 150 museos y espacios de arte abiertos de 8 de la noche a 2 de la madrugada.


En esta oportunidad, nuevamente participó el Museo del Regimiento de Infantería 1 “Patricios”, que vio colmadas sus instalaciones por un público ávido de conocer la historia de esta Institución, que en definitiva es la historia de la Patria misma.

Con el lema “Visite el Regimiento guiado por sus protagonistas”, cada período histórico representado en los distintos sectores del museo, estuvo presidido por algún personaje de nuestra historia, quien relataba los principales sucesos de los cuales fue protagonista. Así se escuchaba al Virrey Liniers contar cómo creó la Legión de Patricios Voluntarios de Buenos Aires, a Cornelio Saavedra, su primer Jefe, a Manuel Belgrano hablar del heroísmo de sus Patricios durante las distintas campañas que comandó, a Juan José Castelli, a dos soldados del 2º Batallón de Patricios relatando el Combate de la Vuelta de Obligado, a un soldado de la Guerra de la Triple Alianza, a Reservistas Patricios contando sus experiencias durante el Servicio Militar Obligatorio y a Patricios que combatieron en nuestras Islas Malvinas relatando sus vivencias en tal gloriosa gesta.


También se realizaron otras actividades, como la emotiva “Fusilería Histórica”, el célebre Carrusel de la Banda Tambor de Tacuarí y la proyección del video “Patricios Bicentenario”.



Fue, en definitiva, una verdadera fiesta para toda la familia, en la casa de nuestros gloriosos Patricios de ayer, de hoy y de siempre.

11 de noviembre de 2009

Coronel Ramón Rodríguez, Jefe de los Patricios de Buenos Aires en 1845


Nació en Buenos Aires en 1792. Fue su madre doña Faustina Antonia Lima. El 12 de agosto de 1811 era ayudante del Escuadrón de Caballería Patriótica de San José; y con el empleo de ayudante mayor se le encuentra en las milicias de Gualeguaychú, el 15 de julio de 1812. Hizo la campaña de Entre Ríos en este último año, a las órdenes del Representante D. Manuel de Sarratea, habiendo sido comisionado por el comandante general D. Hilarión de la Quintana cerca de este Gobierno después de efectuado el nombramiento de diputado por la Asamblea General.

En marzo de 1813 pasó a formar parte del Regimiento 7º de Infantería, en el cual fue reconocido como teniente de la 4ª compañía, el 3 de junio de aquel año, y teniente 1º de la de granaderos el 1º de diciembre de igual año, fecha en que salió con su cuerpo para el Ejército del Norte. Rodríguez fue uno de los oficiales que con las armas en la mano, reprimieron la sublevación del Regimiento 7º en la Guardia de la Esquina, en enero de 1814. El 27 de noviembre de 1815, con los 93 hombres de su compañía, se batió en el Cerro de Viluma, contra un batallón del ejército real hasta haber agotado sus municiones, retirándose bajo los fuegos del enemigo. El 28 del mismo mes fue atacado en la quebrada de aquel Cerro por fuerzas muy superiores, sosteniéndose hasta el total agotamiento de sus municiones. Y en la foja de servicios de este glorioso guerrero, redactada el 31 de agosto de 1832, se lee el siguiente párrafo altamente honroso: “El 29 del mismo (noviembre) marchando sobre los enemigos con “un pedazo de hoja de su espada en el puño, por haberla roto en los días anteriores para obligar a la tropa a cumplir su deber, le fue presentada la del mayor general del Ejército, Brigadier D. Francisco de la Cruz, por uno de sus ayudantes de campo, diciéndole que el mayor general del Ejército fiaba su espada al capitán de cazadores del Batallón Nº 7, porque le constaba en qué brazo la depositaba. Sostuvo con brillo el puesto cuando cargó por su frente la línea enemiga, perdiendo sus dos oficiales subalternos y el corneta. Se halló en la acción de Sipe-Sipe y en cuya derrota acreditó su disciplina militar para organizar la tropa retirándose a la ciudad de La Plata encargado del Detall”. El 16 de diciembre de 1813 fue ascendido a ayudante mayor de su batallón, y a capitán, el 26 de julio de 1814, pasando a cargo de la compañía de cazadores del Nº 7, el 10 de enero de 1815.

En Julio de 1816 pasó a Buenos Aires, comisionado ante el Gobierno Directorial por el general Rondeau. El 27 de noviembre del mismo año fue nombrado Juez Fiscal de la Comisión Militar Permanente. Revistó en octubre de aquel año en el Regimiento Dragones de la Nación, destacado en Lules, con la nota: “En Buenos Aires”. El 31 de diciembre de 1816 pasó a la 1ª compañía del Batallón de Cazadores Nº 2 (después “Río de la Plata”, de nueva creación, en el que fue graduado sargento mayor, el 22 de mayo de 1817, grado que había solicitado el 19 del mismo mes, solicitud en la que decía que hacía 5 años que era capitán, en campaña “sin que el haberme batido desventajosamente con el enemigo en varias ocasiones con toda energía” le hubiese permitido un progreso. Desde fines de 1818 hasta principios de 1819 hizo la campaña contra los disidentes de Santa Fe, a las órdenes del general Juan Ramón Balcarce. Se halló en la toma de las fortificaciones del Paso de Aguirre, el 27 de noviembre de 1818, a las órdenes del coronel Bernabé San Martín; en la acción de Saladillo y en todas las guerrillas que sostuvo el ejército directorial en el Rosario. Mandó la fuerza que sostuvo el reembarco en este último punto para replegarse sobre San Nicolás, habiendo sido el mayor Rodríguez el último en embarcarse, sufriendo con tal motivo los fuegos de los enemigos

En seguida volvió a tomar parte en la nueva campaña al mando del general Juan José Viamonte, hallándose en el choque del Espinillo y en todas las guerrillas que sostuvo el ejército en las proximidades del Rosario, evitando con su alerta vigilancia una sorpresa que pretendieron llevar los disidentes al ejército para arrebatarle el ganado. Fue comisionado para venir a Buenos Aires, cerca del Gobierno, y también recibió la comisión de organizar el 3er Batallón de Argentinos a las órdenes del general Aparicio. El 1º de noviembre de 1819 recibió la efectividad de sargento mayor, desempeñando tales funciones interinamente en el Batallón 2º de Cazadores desde el mes anterior.

Tomó parte en la campaña de 1820 a las órdenes de los generales Soler y Rodríguez, incorporado al 2º de Cazadores; asistiendo a la batalla de la Cañada de la Cruz, el 28 de junio de aquel año y a los combates que tuvieron lugar en Buenos Aires desde el 1º al 5 de octubre del mismo, con motivo de la rebelión del coronel Manuel Vicente Pagola, levantado en armas contra el gobernador, general Martín Rodríguez. Las tropas que mandaba el primero se atrincheraron en la plaza de la Victoria y sus adyacencias, y fue necesario librar terribles combates para desalojarlas y obligarlas a rendirse. En ellos actuó Rodríguez a órdenes del coronel Celestino Vidal. También intervino en la campaña contra los indios de Carrera que saquearon el Salto, en los últimos meses de 1820.

Restablecida la calma, el sargento mayor Ramón Rodríguez marchó en los primeros meses de 1821 de guarnición a la Villa de Luján, con el 2º de Cazadores, punto en el que permaneció varios meses, regresando después a Buenos Aires con su cuerpo, en el que revistó hasta el 14 de noviembre de 1822, en que pasó a revistar a la Plana Mayor del Ejército de la provincia de Buenos Aires.

En esta situación de revista obtuvo su reforma militar el 12 de febrero de 1823.

El 1º de marzo de 1825 fue nuevamente incorporado al servicio activo, y el día 23 del mismo mes se puso en marcha para Salta, acompañando al coronel Lamadrid y llevando dos o tres oficiales. Todos iban a incorporarse a las fuerzas norteñas que el gobernador de aquella Provincia, el insigne general D. Juan Antonio Alvarez de Arenales, alistaba para colaborar con los vencedores de Ayacucho en la terminación de la guerra de la Independencia, las que debían marchar al Norte, sobre las tropas reales que operaban en la región de Chuquisaca, al mando de Olañeta, pero cuando llegaron a Salta ya se había producido la muerte de aquel general y habiendo enfermado Lamadrid en el pueblo de Nazareno, debieron detenerse allí, hasta que pudieron retrogradar a Salta a principios de julio de 1825. Allí el coronel Lamadrid recibió la comisión de conducir el contingente de las provincias del Norte que debía formar parte del ejército que se iba a organizar para hacer la guerra al Brasil. En tales circunstancias Lamadrid derrocó en el mes de noviembre al gobernador López, de Tucumán, apoderándose del poder.

El coronel José María Paz reemplazó al coronel Lamadrid en el mando de aquel contingente, por decreto del P. E. N. de 13 de diciembre de 1825 y en el cual también se establecía que el sargento mayor Rodríguez debía incorporarse a aquel contingente. El coronel Paz dispuso que aquel permaneciese en Tucumán hasta que el gobernador Lamadrid le entregase el contingente de tucumanos, mientras el proseguía su viaje a Buenos Aires. Por fin, en el mes de marzo de 1826, Rodríguez partió con los 70 ú 80 tucumanos que le entregó Lamadrid, incorporándose con dicho contingente al Regimiento Nº 3 de Caballería, donde recibió el comando del 2º escuadrón, el 24 de abril de aquel año. Hizo la campaña a las órdenes del general Alvear, desempeñando desde el 9 de diciembre las funciones de ayudante de éste (reteniendo el cargo en su cuerpo), interviniendo en la gloriosa jornada de Ituzaingó el 20 de febrero de 1827. Por su actuación en esta batalla, el 4 de marzo fue designado teniente coronel del Regimiento 1º de Caballería, interviniendo en la campaña que realizó el general Alvear sobre el Río Grande, que terminó con el combate de Camacuá, el 23 de abril de 1837. Acampado el Ejército Republicano en el Cerro Largo desde el mes de junio, el 1º de Caballería quedó en aquel acantonamiento. Recibió los cordones y el escudo acordado a los vencedores de Ituzaingó.

En la campaña del Brasil, el comandante Rodríguez fue designado por el general Alvear para desempeñar interinamente las funciones de Jefe del E. M. con fecha 15 de octubre de 1826, cargo que desempeñó hasta fines de aquel mes, en que se hizo cargo el general Soler. Por su comportamiento en tan importante puesto, el comandante Rodríguez mereció el siguiente concepto del coronel Escalada y del general Alvear: “Sr. Inspector General: En cumplimiento del mandato de V. S. digo: Que el Sr. Coronel Rodríguez pasó a la Banda Oriental de comandante del Regimiento 3 de Caballería, en la época que cita y trabajó en su organización con todo el empeño que exige la creación de un cuerpo.- Manuel Escalada”.

Y del general Alvear: “Sr. Inspector General: El coronel D. Ramón Rodríguez fue empleado por mi para desempeñar una comisión de mucha importancia cerca del Gobernador y Junta de Representantes de la Provincia Oriental, cuando aquel país se hallaba envuelto en guerra civil; el modo hábil y prudente con que se desempeñó en esta delicada circunstancia, correspondieron completamente a justificar lo acertado de la elección y como una justificación de su mérito fue encargado interinamente del mando del E. M. en la época justamente en que llegado el Ejército al Arroyo Grande, había que hacerlo todo, y gravitaba sobre el Jefe del E. M. un trabajo ímprobo y asiduo. El coronel Rodríguez desempeñó con su acostumbrada habilidad tan difícil comisión, uniendo a ella una lealtad de conducta digna del mayor aprecio. La presencia del general Soler, Jefe del E. M. del Ejército, hizo volver al coronel Rodríguez a su Regimiento, habiendo merecido los reconocimientos del que suscribe por su brillante desempeño como Jefe del E. M. interino. En Ituzaingó sus servicios fueron como siempre, los de un valiente, hábil y honrado militar: estas calidades me hicieron elegirlo cuando llegó el Ejército a formar sus cuarteles en el Cerro Largo, para desempeñar varias comisiones de importancia cerca del Gobierno Provincial y en el Departamento de Canelones. El Sr. Coronel Rodríguez todo el tiempo que ha servido bajo mis órdenes se ha hecho admirar por su puntualidad en el servicio, el acierto en su desempeño, por su honrada comportación, unido a su carácter prudente y a una conducta muy subordinada.- Buenos Aires, 5 de agosto de 1832.- Carlos M. de Alvear”.

El 29 de octubre de 1827 reemplazó al coronel José Paulino Rojas en la comandancia militar de Patagones, donde organizó dos compañías de infantería de línea y un escuadrón de milicias. Descubrió y sofocó una conspiración; y el 29 de octubre de 1828 batía completamente a los indios a inmediaciones del “Potrero Batel”, quitándoles las haciendas que habían tomado en las incursiones que habían practicado en la zona próxima a Patagones. En dicho combate, que fue iniciado a las 7 de la mañana de aquel día, los indios tuvieron varios muertos y se llevaron sus heridos.

El comandante Rodríguez fue reemplazado en aquel cargo por el teniente coronel José Gabriel de la Oyuela, regresando a Buenos Aires a comienzos de mayo de 1829. Al mes siguiente se incorporó a las divisiones a las órdenes del Comandante General de Campaña, D. Juan Manuel de Rosas, siendo promovido a coronel graduado del Regimiento Nº 3 de Milicias de Campaña, el 24 de junio de igual año.

El 5 de octubre del mismo recibió la efectividad de coronel y marchó a la cabeza del 1er escuadrón del Regimiento Nº 2 a incorporarse a las fuerzas del coronel Angel Pacheco, habiendo realizado la campaña de reconocimiento del Salado, asistiendo a la acción del 10 de abril de 1830, contra los salvajes, por la que mereció la medalla acordada por el Superior Gobierno.

El 16 de febrero de 1831 marchó a la villa de Luján, donde formó con los contingentes de los pueblos inmediatos un batallón provisorio de infantería, con el que se incorporó al Ejército de Reserva mandado por el general Juan Ramón Balcarce con el que hizo la campaña de Córdoba contra el General Paz. En febrero de 1833 formó parte del Tribunal Militar que juzgó la conducta del comandante de la “Sarandí”, José María de Pinedo, con la que se hallaba en las Malvinas cuando tomó posesión de estas islas la fragata británica “Clio”.

Al mes siguiente partió en la expedición al Desierto mandada por Rosas, estando el coronel Rodríguez encargado de los “Piquetes de Línea” de la División Izquierda. De regreso de aquella campaña, en la cual Rodríguez batió la indiada de Yanquetruz logrando la rendición de algunos caciques, pasó a la P. M. A. hasta el 1º de abril de 1834, en que fue nombrado jefe del Batallón “Defensores de Buenos Aires”, cargo que renunció el 1º de abril de 1835, en que se destinó a la P. M. del Ejército. El 1º de octubre de ese mismo año pasó a la Plana Mayor de edecanes del Restaurador y a fines del mismo mes, el coronel Rodríguez fue encargado de ir a recibir en el Arroyo del Medio, límite territorial con Santa Fe, a los hermanos Reynafé, enviados desde Córdoba para ser juzgados por el asesinato de Quiroga en Barranca Yaco. A comienzos de 1836 recibió de Rosas la misión de trasladarse a Córdoba, a cuyo efecto, partió de Buenos Aires escoltando una galera roja, que era en la cual se iban a colocar los restos del general Quiroga: éstos fueron transportados a Pucará en procesión pública, donde los recibió el coronel Rodríguez, labrándose un acta al efectuarse la entrega. El 7 de febrero llegaba a esta Capital con su fúnebre carga.

Con motivo de las violaciones de los anglo-franceses de los derechos argentinos, con el fin aparente de auxiliar a los unitarios, fue necesario tomar medidas defensivas a lo largo del litoral del río Paraná: el 31 de octubre de 1845 partió de Santos Lugares el coronel Ramón Rodríguez, con la mayor parte de las fuerzas que iban a defender la Vuelta de Obligado, a donde llegó el 8 de noviembre.

En la acción de este último nombre, librada el día 20 del mes de referencia contra las escuadras francesa e inglesa, aliadas, el coronel Rodríguez, al mando de los cuerpos de “Patricios de Buenos Aires”, que sumaban 500 infantes, se batió con sin igual bravura. Cuando las tropas aliadas de desembarco trataron de poner pie en la orilla del río, el coronel Rodríguez, por dos veces consecutivas, repelió tales intentos, cargando briosamente a la bayoneta. Por su heroico comportamiento, conjuntamente con otros jefes, mereció en el parte del General en Jefe la siguiente mención: “son dignos del renombre de intrépidos y serenos guerreros”.

Tomó parte también en otros hechos de armas contra la flota aliada, en el Quebracho. En 1850 era diputado a la Legislatura, continuando en su situación de revista en la Plana Mayor de edecanes hasta junio de 1852. El 13 de julio de 1852, habiendo fallecido el general Felipe Heredia, que desempeñaba la Inspección del Resguardo de Buenos Aires, fue reemplazado por el coronel Blas José Pico, siendo sustituido este último en la Inspección y Comandancia General de Armas por el coronel Rodríguez. El 24 de diciembre del mismo año se decretó la formación del Tribunal Militar de conformidad a la Ley del 9 de dicho mes, presidido por el general Zapiola. Fueron fiscales del mismo el teniente coronel Nazar y el capitán Marcos Vergara y vocales los coroneles Blas J. Pico y Ramón Rodríguez, cargo que desempeñó este último hasta el mes de diciembre de 1853, en que pasó a ocupar la capitanía del puerto de Buenos Aires. El 5 de octubre de 1854 le fue aceptada la renuncia que hizo de este puesto, siendo subrogado interinamente y con retención de cargo de ayudante del Riachuelo que ejercía, por el coronel Francisco Seguí.

En la misma fecha el coronel Rodríguez pasó a revistar en la P. M. A., donde permaneció hasta el 1º de marzo de 1855, en que pasó a la P, M. I. volviendo a Activa el 7 del mismo, donde figuró hasta junio de 1857, fecha en que fue nombrado vocal de la “Comisión de Marina”, cesando en este puesto el 28 de enero de 1864, en que fue reemplazado por el teniente coronel Antonio Somellera, pasando Rodríguez a la P. M. D.

El coronel Ramón Rodríguez falleció en Buenos Aires el 18 de noviembre de 1866, a la edad de 75 años. Había formado su hogar con doña Concepción Líate y Elía, natural de Montevideo, matrimonio realizado en Buenos Aires, en la Catedral del Norte, el 14 de abril de 1818. La esposa del coronel Rodríguez era hija de D. Luis Líate y de doña Toribia Elía.

En la batalla de Sipe-Sipe el después coronel Ramón Rodríguez había caído en poder de los enemigos victoriosos que se disputaban el derecho de ultimarlo con cobarde saña. Fue salvado gracias al arrojo personal del capitán Juan pascual Martínez, ayudante del general Fernández de la Cruz, que lo arrancó de manos de los españoles.

Fuente

1 de noviembre de 2009

Petrona Simonino

Petrona Simonino, en Obligado

El nombre de Petrona Simonino quedó relegado al más absoluto silencio y oscuridad, al revés de lo que debió haber ocurrido, esto es, que el pueblo argentino la tenga presente y la vindique toda vez que se hable del rol de la mujer criolla en nuestro devenir histórico. Por lo pronto, es reconfortante esbozar una biografía sobre esta dama patricia olvidada, porque seguramente despertará la curiosidad de los que jamás oyeron siquiera nombrarla, y porque, a su vez, incitará a continuar con la búsqueda de nuevas fuentes que lleven a una comprensión total de su figura.

Nació Petrona Simounin allá por el año 1811, en el seno de una familia acomodada del pueblo de San Nicolás de los Arroyos. Con el correr de los años, los paisanos nicoleños no lograrán pronunciar adecuadamente su apellido, quedándole para siempre el patronímico Simonino. Y aunque no conviene adelantarnos al relato, los documentos oficiales redactados luego de la batalla de Vuelta de Obligado la nombrarán también como Simonino. Su padre, Antonio Simounin, era francés, mientras que su madre, doña María Eustaquia Almada, pertenecía a una de las familias linajudas de San Nicolás, como se ha referido con anterioridad.

En 1832 contrae matrimonio con un joven hacendado de la zona llamado Juan de Dios Silva. Ellos tendrán ocho hijos: Juan, Úrsula, Carlos, Emiliano, Felisa, Petrona, Ciriaco y Juana. El último de sus críos nació en 1845, según se desprende de algunas viejas crónicas. Pero la dulce vida familiar se verá truncada cuando las autoridades del gobierno patriota de Juan Manuel de Rosas comienzan a reclutar gente para defender las costas del río Paraná, ante las reiteradas amenazas de las fuerzas imperiales del momento que en su afán de transitar los ríos internos argentinos estaban dispuestos a iniciar acciones bélicas de grandes proporciones. Para ello, el jefe de las fuerzas federales, general Lucio Norberto Mansilla, designa al esposo de Simonino, Juan de Dios Silva, como capitán de milicias del arma de artillería.

Silva no había sido designado de modo azaroso con el grado de capitán, sino todo lo contrario, pues ello se debió a los servicios que prestó con anterioridad al ejército federal, cruzando caballadas enteras para el general Manuel Oribe, quien se encontraba luchando en la provincia de Entre Ríos contra salvajes unitarios. Un parte que Mansilla le dirige a Rosas en los días previos a la batalla de Vuelta de Obligado, decía así: “Un solo capitán he nombrado, y es el ciudadano federal don Juan de Dios Silva, por su capacidad, honradez, constancia y servicios en el pasaje de caballos [a Oribe]…”.

Petrona Simonino marchó junto a su marido a Obligado, dejando su hogar y sus hijos, todo lo cual constituye un inmenso acto de amor por la patria y la ratificación de su genuino deber de esposa. Vivía cómodamente y pudo no haber ido al campo de batalla, pero el lujo y el bienestar no le interesaron en las horas decisivas del momento que se vivía.

Al inicio de las acciones, el 20 de noviembre de 1845, la valiente nicoleña auxilió a los infantes, artilleros y milicianos que defendieron con denuedo sin par la soberanía nacional. Sus tareas consistieron en ofrecerles, en medio de la polvareda infernal y el calor del fuego enemigo, agua fresca, primeros auxilios y la colocación de vendajes. Simonino, como otras que también descollaron por la hospitalidad brindada en la contienda, hacían las veces de enfermeras, y trasladaban los heridos fuera del alcance de las balas y el cañoneo anglo-francés que provenía desde el río Paraná. Incluso, arrancaban partes de sus vestidos para hacer tacos a los cañones nuestros, o bien, los deshilachaban para cubrir las heridas de los cuerpos lacerados por la metralla, cuando la urgencia era extrema.

La tarea de Petrona Simonino adquirió ribetes del más puro altruismo dado que 100 cañones de grueso calibre disparaban contra las fuerzas federales sin parar, lo cual ocasionaba que las piezas argentinas sean arrancadas de sus cureñas, lo mismo que los parapetos de las fortificaciones, que volaban por los aires. El desenlace, que con el correr de las horas se hizo cada vez más pesado y angustiante, podía notarse cuando en las barrancas se veían centenares de patriotas heridos, mutilados o ya muertos. Y en medio de esa apocalíptica escena, digna de la tenacidad con que se defiende la tierra querida, surge la figura de Simonino, que atendía a los defensores sin importarle que el fuego enemigo pudiera arrancarle la vida en un segundo.

El parte de guerra, confeccionado por el general Mansilla, la cita a Simonino de forma especial con la siguiente mención: “…tuvieron que dejar aquel lugar, bajo un fuego abrasador, para alejar las carretas del Parque, con crecido número de heridos y familias, en las cuales se distinguió por su valor varonil la esposa del capitán Silva, doña Petrona Simonino”.

Corría el año 1887, y Petrona Simonino, olvidada por las administraciones que vinieron tras la ilegal destitución de Juan Manuel de Rosas en 1852, muere en medio de los recuerdos que su memoria guardaría, seguramente, de aquella jornada de la batalla de Vuelta de Obligado, donde lo que estaba en juego era, ni más ni menos, que la soberanía nacional. Tenía 76 años de edad.

Fuente:

  • Efemérides – Patricios de Vuelta de Obligado
  • Ramírez Juárez, Tcnl Evaristo - “Discurso pronunciado con motivo de la inauguración del monumento en Vuelta de Obligado el 20 de Noviembre de 1934”, Cuadernillo impreso, Buenos Aires MCMXXXIV.
  • Ramírez Juárez, Tcnl Evaristo - “Petrona Simonino, “la nicoleña”, es un símbolo de la mujer argentina”, Publicación El Hogar, Noviembre 22 de 1935, Argentina.
  • Turone, Gabriel O. – Petrona Simonino, una mujer de la Patria.